martes, 25 de diciembre de 2012

Esperanza



No te hallaré en la luz, ni en el abismo
de una despedida sin adiós.

No te hallaré en el recuerdo dormido
del  ayer desperdiciado,
que se escapó de entre los dedos como el agua,
ni   hoy,  ni mañana.

Te buscaré, oculta entre  palabras,
luchando con  la espera y el olvido.

Yo miraré de nuevo, creyendo en la victoria
buscando tu presencia
y  si has venido al reclamo de mi voz desesperada,
si es verdad que acudes, que oyes mi llamada,
creeré de nuevo en Dios
y nunca te habrás ido.

Ignacio Bermejo.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Micro relato navideño.

Cierra los ojos, abre tu mente y sueña. Alza tu copa bien alto y brinda, porque ya está presto el tiempo del asombroso milagro. Déjalo todo un momento y abre tu alma. ¿Acaso no la sientes? ¿No notas que ya llega? ¡Es la Navidad!, querido amigo, la Navidad que regresa una vez más, cargada de ilusiones, de esperanzas, de todos esos buenos deseos que nos brotan desde adentro.
Si así lo sientes, si ere capaz de verlo, párate un instante y recuerda que en lo más hondo de tu corazón aún conservas el tesoro grandioso de tu humanidad.

Feliz Navidad a todos.

Ignacio Bermejo Martínez

Cuento Navideño


El pequeño niño limpió con la palma de su mano la escarcha fría que enturbiaba el cristal de la ventana, asomándose curioso al exterior.
La oscuridad de la noche se extendía a lo largo de toda la calle, rota solamente por la luz amarillenta que se derramaba ténuamente desde las farolas. Debajo de una de ellas, sentado sobre un banco de madera, observó a un anciano que, paciente, parecía esperar a alguien. El pequeño creyó que se trataba de un abuelo al que habían olvidado aquella noche, y sintió una explosión de compasión dentro de si. Se volvió, buscando a sus padres, pero en su casa ya todos dormían cansados tras celebrar con gozo la Nochebuena. Dudó unos instantes, pero tras echar una última mirada fuera, decidió ser valiente y abrir la puerta para salir y auxiliarlo. Sabía que de no hacerlo, aquel pobre hombre moriría helado.
-Hola, buenas noches- saludó el pequeño, cuando estuvo en la calle. -¿Está esperando a alguien?
-Sí, te estaba esperando a ti.- dijo el anciano.
-¿A mí?- preguntó el niño sorprendido.
-Sí, a ti- afirmó el abuelo que sujetaba un gran saco que parecía pesar mucho.
-Estaba esperando que te durmieras para dejarte un regalo.
El corazón del joven dio un vuelco de júbilo al comprender, de repente, quien era aquel hombre.
Fue entonces cuando, mirándole a los ojos, vio que sonreía, extendiéndole la otra mano, con la intención de abrazarle.
-Este año, mi pequeño amigo, no tendré que subir hasta el tejado...

Ignacio Bermejo Martínez
Feliz Navidad a Todos

lunes, 10 de diciembre de 2012

FELIZ NAVIDAD


En la plaza, los niños alborotaban  jugando con la nieve.  Sus risas iluminaban el ambiente, contagiándolo de una alegría difícil de eludir. Antonio los contemplaba en silencio  tras el cristal de la  ventana de su habitación cerrada, pensativo, quieto, sentado en su butaca,  recordando quizás aquel tiempo en el que también él jugaba y reía como ellos.
Quería contagiarse de toda aquella algarabía, sintiéndose completamente pleno, como si de nuevo pudiera estar en el centro de aquel coro, saltando a la comba y riendo.  En su rostro, vencido ya por la vejez venida, se dibujó  una sonrisa pausada, como una señal de gozo. También en el verde grisáceos de sus ojos tristes se intuyó,  como una mueca, el regocijo de su alma.
Es curioso lo rápido que pasa la vida, lo efímeros que somos,  tan pequeños, que pocas son las cosas que realmente tienen sentido, y entre ellas,  la risa de los niños,  la felicidad y la paz en el corazón de los hombres, porque en  el fondo, es eso cuanto somos. 


Feliz Navidad.


Ignacio Bermejo Martínez.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Felicitación Navideña



De repente, recuerdo el suave tacto de la mano de mi padre  acariciándome  mientras contemplábamos el belén.  Cierro los ojos y puedo percibir incluso el intenso sabor de su copa de anís, el olor a canela de la caja de polvorones recién abierta, y el sonido de aquel villancico que siempre cantaba mi madre: “La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va,  y nosotros nos iremos y no volveremos más” ¡Qué ajeno estaba entonces de cuanta verdad, y tan cruda, contenía aquella entrañable cancioncilla!

Hoy, transcurridos muchos años,  de nuevo frente al belén recién montado, siento, como puñaladas en el alma, la ausencia de aquellos seres queridos, pero a pesar de ello, estoy contento, me siento pleno y feliz,  porque ahora soy yo quien acaricia la cara de mi hijo mientras me tomo la copa, y es mi mujer quien canta.

Por eso, querido amigo, aprovecha este instante y brinda conmigo, porque la felicidad está hecha de pequeños momentos como este, que pasan y no vuelven nunca.

 Feliz Navidad.


Ignacio Bermejo Martínez