jueves, 25 de octubre de 2007

Valores morales.

Considero preocupante el grado de intolerancia que muchos respiramos cuando vertemos con libertad nuestra opinión sobre el estado de las cosas.
Lamentablemente hay todavía quien se afierra con furor a su verdad “relativa” y la defienden como si se tratara de la verdad “absoluta”, sin tener en cuenta que ésa misma verdad, sea cual sea, vista desde otro prisma distinto, desde otra óptica personal diferente, puede llegar a entenderse como una falsedad o una mentira, sin que realmente lo sea. Por ello, no se debe de tachar a nadie de embustero o mentiroso sólo por opinar de otra manera, pues hacerlo, es poner de manifiesto nuestra intolerancia. Y somos intolerantes, porque en verdad aún no hemos aprendido a vivir en democracia, pues no hemos podido deshacernos del lastre psicológico que nos ancla a nuestra historia.
Considero que la democracia bien entendida es una doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno, por tanto, es lógico que entienda que vivir en democracia es no esperar pasivamente a que me cuenten la realidad política del momento y exigir que se cuente conmigo, con mis opiniones y mis pareceres, con mis razonamientos, mis dudas, mis ilusiones y proyectos, y no simplemente con mi voto. Por ello escribo estos artículos, porque desde ellos puedo opinar sobre lo que ocurre, y no sólo opinar, sino criticar, defender, apoyar, etc. ¡Eso es democracia! ¿Alguien lo niega?. Espero que no.
Esta doctrina, que vértebra y posibilita la convivencia en paz de los pueblos, debe entender como único instrumento válido para el entendimiento entre los hombres la palabra, pero siempre que sea usada como base de un diálogo carente de cualquier violencia. La violencia no es sólo lo que practican los terroristas y los violentos. Existen otras violencias muchísimo más sutiles, difícil de detectar y por tanto de denunciar, pero igualmente execrables, que martiriza a los hombres y los deteriora. El insulto, la marginación, los malos tratos, la mentira, la corrupción, el abuso de poder. Todas estas manifestaciones de la violencia humana deben ser radicalmente desterradas de nuestra convivencia diaria, y el único arma que se ha de emplear es la palabra limpia, la verdad como instrumento, la transparencia.
Hablar desde el respeto y el reconocimiento de nuestras diferencias nos llevará a tolerarnos. Quizás no lleguemos a entendernos porque nuestras posiciones estén tan enfrentadas que el entendimiento sea imposible, pero aún así, si realmente disponemos de un talante profundamente democrático, comprenderemos que la convivencia es posible, si no desde el entendimiento, sí desde la tolerancia y el respeto.
Digamos lo que queramos con libertad plena. Opinemos con honradez con la intención de participar en la sociedad de forma activa. Mostrémonos al mundo tal cual somos, sin miedo a ser tachados de nada, ni de escandalizar a nadie. Esforcémonos en escuchar y respetar a toda persona con la que convivamos, en nuestra casa, en nuestra ciudad, en nuestro país, en nuestro mundo, aunque lo que manifieste sea todo un disparate, porque aquello que creemos un disparate, visto con otros ojos, desde la otra óptica, puede plantearse como una verdad irrefutable. La convivencia ha de ser forzosamente posible, y a ella sólo llegaremos profundizando sin cinismo y sin hipocresía en el concepto de democracia. Seamos por tanto muchísimo más tolerantes con nuestros semejantes y con sus ideas, y cuidemos de fomentar la justicia, la honradez, el respeto, la libertad... y todos aquellos valores que cimientan nuestra moral.

domingo, 14 de octubre de 2007

La Ley de la Memoria Histórica.

Hay que ver la que están dando los de derechas con la entrada en vigor de la Ley de la Memoria Histórica. Parece como si con ello quisieran refrescar el franquismo como contraposición, y eso es realmente ridículo, porque lo cierto es que ni los del PSOE son un resquicio del bando republicano que perdió, ni los del PP son los herederos de Franco.
Luis del Olmo explicó el significado de esta ley, desde la sensatez y la honradez que le caracterizan y que tanto echo de menos en la España de hoy. Según él, sólo se pretende tratar de la misma forma a todos los muertos que cayeron por España, sin distinción de bando. El PP ha de reconocer que hasta ahora sólo nos hemos acordado de los que cayeron del bando nacional, y eso, a tenor de que los efectos nocivos de aquella guerra deberían de estar ya más que superados, es un tanto injusto, pues tan españoles eran los unos como los otros. Visto así, no es tan problemática esta ley. Opino que en su trasfondo sólo encierra una oleada de generosidad para aquellos que con la derrota lo perdieron todo: sus vidas, sus familias, y hasta su memoria. Creo que puede ser hasta positivo revisar la historia de aquella afrenta y recordarla como una guerra entre hermanos. Algo terrible que no se debería repetir jamás.
En virtud a un criterio parecido, la misma Iglesia pretende homenajear a todas las víctimas religiosas que perecieron derramando su sangre y entregando sus vidas por la fe, celebrando una multitudinaria beatificación próximamente en Roma, y a nadie parece molestar. A mí tampoco, pues me parece hasta lógico que así se haga, pero con ello ¿no hace la Iglesia lo mismo que trata de hacer el gobierno? Pienso que es hasta saludable, y por tanto no deberíamos escandalizarnos ni por lo uno ni por lo otro, los españolitos del presente, como digo, ni somos los descendientes de Carrillo y La Pasionaria, ni los herederos de aquel régimen dictatorial.
No obstante, lo que sí me resulta lamentable, es que nuestros políticos no se den cuenta de que con esta afrenta reavivan unas minorías muy radicales que creía del todo desaparecidas, pero que aún siguen existiendo para vergüenza de todos, porque supongo que así será tanto para el PP como para el PSOE que un grupito de exaltados increpen al Presidente del Gobierno el día de la Hispanidad con banderas fascistas y al son del cara al sol. Estos energúmenos son tan exaltados y violentos como los republicanos que quemaron la foto del Rey, y si todos los políticos se desdicen de los segundos y dan muestras de apoyo y de lealtad al Rey, también deberían criticar lo primero, sobre todo los seguidores de Rajoy, porque de no hacerlo, estarían trasmitiendo la errónea idea de que en el fondo realmente se sienten representados por aquella banderas con águila que ondearon en el pasado. Yo no digo que no haya oposición. Eso sería una aberración estúpida. La oposición es necesaria en democracia, pero lo que sí pido es una oposición muchísimo más sensata, menos injuriosa, muchísimo más leal y cívica, y por supuesto, menos sucia. Aquí no debería valer todo, tal y como parece. A mí me da la sensación de que el PP no se acostumbra, o no sabe ser oposición. Probaron lo que significa gobernar en democracia y pretenden hacerse con el poder a cualquier precio y eso no puede ser. Prueba de ello es el ridículo video que han editado con el “Somos España” , como si ellos solos, cual “Pueblo de Israel”, fuera los dueños del Estado. ¡No señor! No somos España. Sólo somos españoles, y no le corresponde en absoluto a Rajoy dar ese mensaje de Estado usurpando la función de Su Majestad. Él no es el Rey, ni encarna a España, por tanto ese video es un insulto para Don Juan Carlos y para todos los españoles.

jueves, 11 de octubre de 2007

Se fue Manolo Fando.

Se marchó Manolo Fando, y lo hizo desde la sencillez y la humildad que le caracterizaba. Mariano, el amigo que siempre lo quiso como si fuera su propio hermano, nos fue informando a todos los demás del trágico y lamentable devenir de su imparable enfermedad. Esperábamos que la noticia se produjera en esta última semana, pero ello no significó, en absoluto, que estuviéramos preparados para recibirla. Cuando al final sucedió, nos dolió como un pellizco en el alma, y no pudimos evitar que se nos escapara alguna que otra lágrima por el sentimiento de dolor que inevitablemente sufrimos.
Sólo diré de él dos cosas. La primera es que es cierto que a Manolo, tal y como dijo el Padre Salvador en la homilía de su sepelio, la muerte lo sorprendió con el faro encendido. Quienes lo conocían saben perfectamente qué quiero decir. Él no bajó jamás la guardia. Jamás se rindió, e incluso en los momentos más malos, en aquellos en los que el dolor y las faltas de fuerzas apagaban su vida, se guardaba un ápice de esperanza apoyada en la fe que tenía. Manolo era un hombre de fe, un hombre de fe profunda, esa fe que no se estudia ni se aprende, que sencillamente se siente. Una fe que es la más verdadera, porque a partir de ella se desarrolla toda la vida.
Conmovía verlo rezar a la Virgen, rogándole el milagro que todos deseábamos. Su mirada alcanzaba una dimensión difícil de entender, y desde ella le rogaba a su Madre que le concediera un poco más de tiempo, y lo hacía con la humildad del hombre bueno que sabe que al final las cosas son como son.
Jamás se rindió, al menos para quienes vimos los toros desde la barrera, dando testimonio de un ánimo envidiable. Era absolutamente consciente de lo que tenía, pero ni tuvo miedo ni se dejó vencer. Luchó hasta el final, hasta que no pudo más, haciendo gala, quizás sin que lo supiera, del ser extraordinario que verdaderamente era.
No me considero viejo, aunque peine ya algunas canas, pero creo que puedo afirmar, desde mi experiencia de vida, que los hombres más importantes que he conocido, han sido al mismo tiempo, curiosamente, los más sencillos. Manolo era sencillo, por tanto, fue uno de esos grandes hombres que nunca olvidaré, porque de alguna forma consiguió dejar una profunda huella que no puedo explicar.
Lo segundo que necesito decir de él, es que no tenemos que considerar su muerte como el final de su historia. Él perdurará por siempre en la memoria de todos sus amigos, que fueron muchos por cierto, y en la de su Hermandad de la Vera Cruz. Con su calidad humana impregnó muchísimos lugares donde siempre estará presente, uno de ellos la Abacería, en la que siempre será recordado como el hombre afable con quien compartíamos una buena copa y mejor conversación. Estará allí, en el ambiente, presente en las fotos que lo recordarán siempre, y eso es en esencia la más cierta resurrección. Será inevitable ir a casa de Mariano, o a la Capilla Vieja del Cristo y no recordarlo. Posiblemente, ni siquiera hará falta que lo mencionemos para que esté presente entre nosotros, en nuestro pensamiento.
Quizás mis palabras no sirvan de consuelo para quienes le amaban, para su mujer y sus hijas, para sus más íntimos amigos, pero aún así creo que es justo que quede constancia de que el pasado martes, día 9 de Octubre de 2007, dejó este mundo un gran hombre y un gran cofrade que supo ganarse el cariño de muchos. Lo echaremos de menos con el cariño de la amistad más desinteresada y cierta. Manolo Fando murió, tristemente no pudo vencer la enfermedad que sufría. Todos lo lamentamos de corazón y lo recordaremos con afecto. Era una buena persona, un hombre sencillo de calidad notable que se hizo merecedor del mejor homenaje posible. Descansa en paz, amigo, y que Dios te tenga ya en su Gloria.

martes, 2 de octubre de 2007

Monarquía Parlamentaria.

Desde mi humilde columna, quiero sumarme a las voces que están proclamando últimamente que es absolutamente cierto que la monarquía parlamentaria que sustenta nuestra Constitución ha determinado el más largo periodo de estabilidad y prosperidad en democracia vividos por España. Afirmación que hago exenta de cualquier tipo de resentimiento histórico y sin el moderno sentir republicano que parece invadir la actualidad social de nuestro país.
El debate que plantean las fuerzas nacionalistas más radicales cuestionando la monarquía parlamentaria o la república, como espero que comprenderán, no es en absoluto gratuito. Insultar a la corona es el latigazo mediático con el que consiguen desviar la atención y atacar los pilares más fundamentales del estado español. No se trata de insultar al Rey ni a la Casa Real, sino de atacar a nuestra democracia desestabilizando y dividiendo a las personas de bien.
España, la España que define la Constitución, es una monarquía parlamentaria, y por tanto cualquier diseño de estado diferente al regulado es sencillamente ilegal. Otra cosa distinta es que se planteara un debate para modificar la Constitución, y actuando desde la legalidad vigente, acogiéndonos escrupulosamente a la formalidad regulada en nuestras normas, se propusiera una modificación del país y de los órganos de representación y gobierno más relevantes. Ello es posible, y yo diría que hasta saludable, pero hoy por hoy creo que es imposible porque sus resultados distarían muchísimos de ser medianamente justos, dada la influencia negativa y la presión a la que esos radicales someten a la población española, especialmente a los políticos.
La bandera de España es la bicolor, no la tricolor. Es cierto que exhibir la republicana debería de ser considerado como una reivindicación para que la Constitución se modifique, pero los republicanos no deberían caer en la trampa que los radicales nos están tendiendo a todos, pues lo que pretenden es destruir España, con independencia del modelo de estado que tenga.
Como ciudadano de a pie protesto contra todos aquellos alcaldes, sean de la ideología que sean, que se niegan a usar en sus ayuntamientos la bandera de España, porque con ello sólo ponen de manifiesto el poco respeto que tienen a la democracia y a la legalidad.
Igualmente resulta indignante que una determinada clase social use los símbolos nacionales como adornos para identificarse y diferenciarse, apropiándose de nuestros símbolos para ridiculizarlos al convertirlos en despreciable gestos de pijería. Nuestra bandera es muchísimo más importante que un estúpido “te lo juro por la Snoopy”, por tanto esos clasistas no debería apropiarse de los símbolos, y menos desvirtuar su verdadero significado. Los símbolos son de todos los españoles, sin diferencias. El pueblo así lo siente, y discrepa de esos cuyos ideales exhiben en sus estiradas y engominadas cabelleras peinadas hacia detrás, su bolso, o en su cinturón de marca. (Sé que saben exactamente a qué tipo de personas me refiero) Y lo peor de todo, lo de ese friki que tienen en la COPE dando bandazos y palos de ciego. Es tan radical y tiene tal sin sentido que se ha metido en un berenjenal del que la Conferencia Episcopal no debería dejarlo salir inmune. Federico Jiménez Losantos ha ofendido directamente a la monarquía desde uno de los medios de comunicación más importantes de España. Ha insultado al Rey, y lo justo es que pague por lo que ha hecho. Más aún, a tenor de las declaraciones de cariño y adhesión a la corona que ha realizado el alto estamento clerical, porque de exaltados ya estamos hartos.